HUMANIDAD EN ÉPOCAS DE CRISIS

Sin comentarios enero 3, 2021

La deshumanización es una consecuencia natural de las pandemias, el instinto de supervivencia implica acaparar y acumular recursos ante una amenaza cierta de desaparición. La envergadura de la tragedia se camufla en cifras manipuladas por una información sesgada y poco rigurosa que la convierten en una noticia más a las 15 horas mientras comemos y la engullimos sin alterarnos ni movernos del sillón.

Deshumanizar significa perder la condición de aquello que nos diferencia de los animales o de las máquinas. Pero el problema que esta pandemia ha puesto de relieve, es que la deshumanización ya había llegado a la sociedad antes del mes de marzo. Nos hemos convertido en piezas de una inmensa organización olvidando que éstas, están formadas por personas y que su destino debiera ser el de servir a los segundos, es decir a las personas. Ahora el cometido de las organizaciones es cumplir con parámetros estandarizados en libros de textos de brillantes economistas y sociólogos; competitividad, tamaño, penetración en el mercado, volumen de negocio, rentabilidad, calidad de sus activos, número de cliks. Estas son las nuevas personas a las que sirven las organizaciones, y nosotros somos componentes en el engranaje que garantizan que estos se cumplan.

La verdadera pandemia comienza en el momento en que las personas pasan a ser recursos humanos amortizables hasta el mismísimo karoshi. Y como mal contagioso que se precie, afecta a todas las esferas sociales, y especialmente grave resulta cuando acecha al ámbito de lo público.

Las sedes electrónicas, los procedimientos digitales, los expedientes a través de la red, no son más que un claro ejemplo de la pérdida de contacto con lo humano. Entender la tragedia personal de un administrado es ahora un documento en portafirmas pendiente de validación y con un código seguro de verificación.

Hoy en la agencia tributaria, en recaudación, el funcionario del que pretendía obtener algún tipo de salida a un embargo masivo de créditos empresariales por no obtener avales de entidades financieras, se apresuraba antes de comenzar la conversación a sentenciar, “no me digan que la empresa no puede seguir funcionando porque tiene los créditos embargados, porque hacienda no quiere este tipo de empresas, es mejor que cierren”. Cuando una administración plantea el suicidio como la forma más eficaz de finalizar un expediente de recaudación es que hemos perdido la condición que nos hace diferente a las máquinas. Cuando la sociedad plantea el sacrificio de un enfermo como el medio más económico de afrontar una crisis, es que hemos fallado como sociedad, es que el progreso ha fracasado en humanidad. ¿Salud o economía? Si hoy hubieran dado una medicina al empresario al que representaba no estaría preparando su sepelio jurídico a estas horas, así que yo lo tengo claro. 


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