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PECES DE COLORES

Sin comentarios junio 2, 2020

 

La crisis de 2.007-2.008 fue un evento de una magnitud tan contundente como para que el sector financiero, el sector responsable de la misma, se viera obligado a asumir los deberes de mal estudiante de ofrecer mayor transparencia y garantía en sus operaciones.

Así, en el caso del sistema financiero español, éste debe ser el cooperador principal y necesario de la estabilidad y productividad de la economía a través la captación de dinero y su salida en forma de créditos y préstamos, en una economía basada en el uso intensivo de capital.

Se ha escrito mucho sobre el por qué se llegó a la crisis mundial del sistema de 2.007-2.008, y no es el momento ni el lugar para profundizar en ello. En lenguaje contable, y esa es mi profesión, la banca estructura sus operaciones en base al sistema de doble partida. A consecuencia de una nefasta política de riesgos, y ya que en términos contables hablamos, por qué no decir, por el incumplimiento sistemático del principio de prudencia y de imagen fiel, se llegó a la más profunda de las recesiones financieras y económicas conocidas en la era moderna.  

En palabras del Catedrático de Contabilidad leonés, Enrique López, para el digital Peatom, “El “valor de mercado razonable” es interesante para la economía real pero no lo es para un banco que opera con los depósitos de la gente.”, refiriéndose a lo ocurrido con los balances de las entidades bancarias, infladas con plusvalías irreales y lanzando un falso mensaje de riqueza que caló en todo el conjunto de la sociedad”.

Sensación de falsa prosperidad que se vio agravada con las crisis de pánico financieras más elementales, esto es, las de falta de liquidez, como la del banco británico Notherm Rock de 2.007, del que se hacían eco todos los medios de comunicación mundiales, cundo el sábado 15 de septiembre de ese año, impositores de la entidad retiraban más de 1.500 millones de euros en una sola jornada y las acciones del banco caían por encima del 30% en la Bolsa de Londres. A diferencia del resto de sectores de la economía, la actividad de la banca tradicional, no es un modelo más de negocio de creación de dinero a partir del crédito, donde si una empresa entra en bancarrota el resto sigue funcionando, sino que, como eje de la creación de dinero, sus crisis resultan gravemente contagiosas y producen estampidas que llegan a conformar auténticas crisis económicas. Cómo ejemplo, las crisis de 1.929 y 1.993 donde 9.000 bancos suspendieron sus actividades.

Pasada la última crisis y tras la liberalización del sector financiero, el sistema bancario afronta el periodo posterior a la recesión con un nuevo sistema basado en las tecnologías, mediante el cierre masivo de oficinas de atención al público, es decir, la drástica reducción de costes estructurales en pro de la automatización de sus operaciones. A su vez, la banca se enfrenta a nuevos competidores como entidades no bancarias que interactúan en el sector financiero o las propias compañías aseguradoras.

La estrategia comercial, por tanto se sintetiza en reducción de costes, diversificación del negocio, digitalización de los procesos y concentración empresarial con el fin de adquirir volumen de mercado. Pero no nos engañemos, la sed de beneficios es una enfermedad difícil de curar.

Nuevas reglas, leyes y directivas prometen más información, análisis de perfiles de riesgo, y en definitiva protección al cliente, pero lo cierto es que observo con inquietud la fiesta de los fondos de inversiones y unit linked. Últimamente, los que nos dedicamos a las empresas y a los seguros hablamos demasiado de esto. Observo atónito como todas las operaciones de financiación de empresas exigen a los prestatarios la pignoración de capitales equivalentes a los prestados, que se invierten en fondos. Hace poco un director de una oficina al que le reprochaba el riesgo de la práctica me respondía que “no existe riesgo porque un equipo multidisciplinar gestiona de forma activa esos fondos”

Esta bonita y convincente sentencia me llevaba a dos conclusiones, la primera es que ese equipo multidisciplinar podría acabar con la pobreza mundial, la segunda es que esto supone de nuevo una patada a los principios contables más básicos y se parece mucho a la patada recibida en el año 2007.  Por supuesto, nadie pregunta al prestatario si quiere o no invertir, cuál es su perfil o qué nivel de riesgo quiere asumir, con un equipo de gestión activa estas cosas no son necesarias. Además ya sabes que esas son las condiciones, o las tomas o las dejas.

Al fin y al cabo en la nueva economía digital y de logaritmos somos peces de colores en una urna de cristal (Síndrome del Pez Rojo) – nos observan cómo nos movemos, hacia donde nadamos y qué comemos, sin posibilidades de escondernos y preservar nuestra intimidad.

Juan Torrecillas

Economista y Corredor de Seguros


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